domingo, 23 de octubre de 2011

Y el resto del mundo desapareció.

Día. Día diferente o puede que un día como otro cualquiera. Día de felicidad para ella. Día normal para él.
Hoy ella no es la misma, está más feliz que de costumbre. Le encantaría cantar en medio de la calle y bailar hasta las tantonas. Pero en cambio, sale a dar una vuelta para desconectar de toda la semana.
Va caminando con el ritmo de cada canción que va sonando en su iPod, libre. Cierra los ojos, canta y se mueve al ritmo. Pero, de repente, entre canción y canción, abre los ojos y se asusta.
Cuando abre los ojos, él está ahí delante suya, riéndose y mirándola con una sonrisa en la cara.
Mientras lo miraba sin saber como reaccionar, se sonrojó tanto que le ardían los mofletes. Mientras, él siguió ahí delante, sin hacer nada, mirándola.
Empezaron a hablar en medio del bullicio de gente: ¿Qué tal estás? ¿Y la semana, difícil? Preguntas tontas que no tenían nada que ver con lo que cada uno querían decirse: te quiero ¿lo sabías?, te he echado de menos o cosas por el estilo.
Todo el mundo parecía no existir al rededor, ahora, sólo eran ellos dos y nadie más. Sus risas y sus miradas. Sus gestos y sus palabras. Sus “te quieros” escondidos y sus besos tímidos que parecen nunca aparecer.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario