viernes, 30 de septiembre de 2011


Quiéreme si puedes.

¡Qué imbécil!
Fijaos en ese imbécil, sentado en su banco, fingiendo hacer muecas porque está echando bazo. ¡Todo excusas!
¿No sería mas sencilla como dice Edith Piaf en La Vie en Rose?
Tomarla entre tus brazos, hablarle al oído, decirle palabras de amor, palabras normales y corrientes... y decirle que en cuanto la ves sientes latir tu corazón.

Creo que está bastante claro, ¿no?

Venga vale, no queremos ni un Peter Pan que nos lleve a un país donde no crezcamos nunca, ni un Aladin que nos lleve volando en su alfombra mágica. Tampoco queremos un príncipe azul montado en su caballo trayéndonos un zapatito de cristal super incómodo que casualmente es de nuestra taya, ni una Bestia que de la noche a la mañana se convierta en la persona perfecta. Porque eso es lo que nos han hecho creer los cuentos que nos contaban de pequeñas. Tampoco un chulo que se lo tenga creído y que le pegue un puñetazo al primer tío que venga a saludarnos. No, nada de eso. Lo que queremos es una persona que nos despierte por las mañanas diciéndonos "buenos días princesa", o que nos digan cualquier tontería cuando estemos aburridas. Una persona que no se despida diciendo "adiós" sino diciendo "te quiero". Que te recuerde cada minuto de cada hora, lo mucho que vales y sacándote una sonrisa siempre que la necesitas nada más que porque le encanta esa tímida sonrisa que se nos dibuja en la cara, y que es aquella con la que parecemos más de una vez tontas. Es así de simple, ni un príncipe ni un chulo que se crea más de lo que es. Simplemente la persona que día a día te diga que te echa de menos y que le encantaría verte a todas horas. Entonces sí.